Las
zonceras sobre el debate de la Ley de Educación Superior, hacia una nueva LES
Por Julián Dércoli, estudiante de Historia, militante del Movimiento
Universitario Evita (UBA)
La discusión
en torno a la actual Ley de Educación Superior y sobre la acreditación de las
carreras universitarias por medio de la CONEAU nos pone de cara a un sentido común
instalado que es necesario cuestionar, ya que responde al objetivo conservador
de autoperpetuación de los sectores corporativos de la universidad, que es
reproducido por las agrupaciones estudiantiles autodenominadas revolucionarias.
Por lo tanto, desentrañar ese discurso conservador es una tarea estratégica porque
forma parte de las trabas actuales para la construcción de una educación
superior democrática y en vinculación con las
necesidades de desarrollo social y económico de nuestro país.
Uno de los
pilares fundamentales del discurso conservador consiste en establecer una
polarización entre, por un lado, la cosificación de la LES en tanto engendro del
neoliberalismo como el mal en sí mismo y, por otro, la ubicación en el pedestal
de la autonomía, como el bien absoluto y la garantía de la calidad educativa.
De esta forma, no sólo no cuestiona la universidad actual, sino que pretende
que la universidad del siglo XXI se siga sosteniendo sobre los mismos
principios y objetivos que las universidades medievales. Nosotros apostamos a
discutir y transformar este sistema universitario de raíz; de la urgencia de
esta tarea surgen las líneas que siguen.
Creemos necesaria
una nueva Ley de Educación Superior, porque creemos que ésta podría ser la
condensación de todo lo que se ha avanzado en política universitaria del 2003 a la fecha, como por
ejemplo el aumento del financiamiento en educación superior (aproximadamente un
1% del PBI), y la apertura de 9 Universidades Nacionales que federalizan el
acceso y se plantean una nueva vinculación entre la universidad y el territorio
en el cual se circunscriben, a partir de otros diseños de los objetivos
institucionales. Sin embargo, todos estos avances se llevaron adelante sin la
necesidad de una nueva LES. Por ende, llegamos a la conclusión de que discutir
el sistema de educación superior no se acaba en la confección y sanción de una
Ley, sino que es necesario poner en cuestión el modelo actual, que lejos de ser
heredero de la LES
menemista, es más heredero de la Ley Avellaneda , de la Reforma Universitaria ,
de la contrarreforma llevada adelante por la Revolución Fusiladora
y por la restauración alfonsinista. Esta historia fue forjando grupos de
interés al interior del sistema universitario que no se desarman con la sanción
de una nueva Ley, sino que para terminar con el actual modelo de universidad es
necesario un verdadero movimiento que sea capaz de construir las relaciones de
fuerza necesarias para que los intereses nacionales y democráticos sean los que
orienten los objetivos de las instituciones de educación superior y de sus
carreras.
Sin embargo,
vemos cómo la gran mayoría de las agrupaciones estudiantiles reduce su política
a pensar consignas: “NO a la
CONEAU ” o “Por una universidad al servicio del pueblo”. Las
mismas no son más que la expresión de sus buenas intenciones o la revelación de
un pesimismo frente a la vida misma; pero esencialmente son declamaciones
abstractas en la medida en que, en primera instancia, no logran representar al
conjunto de los estudiantes y, en segundo lugar, siguen convirtiendo la autonomía
en un valor sacrosanto. Por lo tanto, en su pose “revolucionaria” no hacen más
que reproducir constantemente el viejo y agotado modelo liberal de educación
superior caracterizado por su concepción elitista, de vanguardia y alejado de
las necesidades reales de un proyecto de país para todos. El modelo de
universidad “autónoma” propuesta por los liberales de izquierda y derecha
pretende problematizar los textos; nosotros queremos textualizar los problemas
de la comunidad para lograr, por medio de la acción conjunta, resolverlos. Es ésta
última la concepción que afirman y defienden muchas de las universidades
creadas recientemente, siendo ésta la razón por la cual son atacadas
constantemente por los claustros de las universidades “prestigiosas”, que las
estigmatizan como universidades de segunda.
Humildemente,
creemos que si la UBA ,
así como el conjunto de la universidades tradicionales, sigue proponiendo
objetivos de formación ajenos a una concepción de vinculación entre la
universidad y un proyecto de desarrollo nacional, esto se debe, por un lado, a
los poderes conservadores hegemónicos, y por otro, a la ligereza con que se dan
las discusiones por parte de quienes tienen la responsabilidad de conducir a las
organizaciones estudiantiles; que en manos de las actuales conducciones han
demostrado la falta total de un proyecto educativo que se anime a cuestionar el
sustrato vanguardista y liberal de la universidad, mientras que se la defiende
tal cual está oponiéndose a todo en base a consignas revolucionarias. Por eso
es que nos proponemos aquí hacer el derrotero, por una serie de argumentos de
sentido común incuestionables, las zonceras universitarias, como diría el viejo
don Arturo Jauretche…
1) “HAY QUE
DEROGAR LA LES ”…
y después ¿Qué hacemos? Allí empiezan los planteos negativos, a los cuales se
nos responderá: “Nosotros queremos una universidad gratuita, de calidad, al
servicio del pueblo”. En fin, como se dice, el camino al infierno está
empedrado de buenas intenciones, y lo que estos muchachos y muchachas no
quieren revelarnos es que simplemente más allá de alguna consigna no tienen
ningún tipo de proyecto educativo, y menos nacional. Pensemos, basta haber
cursado alguna que otra materia para darse cuenta que las leyes no son todo; es
decir, por más que se derogue la
LES , no surgirá de ese acto otra universidad. Esto no es más
que la demostración cabal de la influencia que las teorías liberales tienen en
los marxistas argentinos. Pensemos el caso de la UBA : la misma no está actualmente regida por la LES menemista (por un amparo
presentado en los 90 por el rectorado); sin embargo, todos los males que dicen
que provoca la LES
los está padeciendo esta universidad; entonces
¿en qué quedamos? La causa de todos los males (según ellos la LES ) no se aplica en la UBA , y sin embargo el efecto
se produce. Por lo tanto, ya no tienen un problema político, sino un problema
lógico sobre el cual se construye todo un discurso político falso.
2) “NO A LA CONEAU , NO A LAS
ACREDITACIONES”... Dentro de esta afirmación, o mejor dicho negación, se da por
sentado que todos y todas tenemos idea de lo que es la CONEAU ; nada más
desmovilizante. Primero, se afirma falsamente que este organismo le da
preponderancia a los intereses privados, cuando dentro de todos sus miembros
hay 1 sólo representante de las universidades privadas, mientras que el resto
de los integrantes son 3 por diputados, 3 por senadores, 3 por las
universidades públicas, 1 por el Ministerio de Educación y 1 por la Asamblea Nacional
de Educación.
Pero no
basta con aquella mentira inicial, sino que ante esta composición denuncian que
por permitir la participación de representantes de la Cámara de Diputados,
Senadores y del Ministerio, se viola la autonomía universitaria. Entonces
pensemos que la tan mentada democratización planteada por el izquierdismo
infantil excluye de las decisiones sobre la universidad a personas que no sean
universitarias. ¿Acaso empobrece que participen miembros elegidos por el
conjunto del pueblo, sean senadores o diputados, y nos caigan simpáticos o no?
Por lo tanto, la tan mentada democratización es un nuevo corporativismo, y
aquellas frases bonitas como “que la universidad se pinte de pueblo” no es más
que la intención de que sean ellos, las agrupaciones estudiantiles que dicen
representar al pueblo, los que tengan más injerencia.
Nuestra
concepción es profundamente diferente: nosotros entendemos que de las
decisiones y la planificación que hacen a la universidad deben participar
también las organizaciones sociales y de trabajadores que estén en el
territorio donde la universidad se inscribe; también miembros de los poderes
electos de forma democrática por el conjunto del pueblo. La razón de esto es
que estamos convencidos de que la universidad no se debe
a sí misma, sino que se debe a una
comunidad que le da origen, sustento y fundamentalmente sentido. La universidad
pública, si no está en profunda conexión con los problemas de la comunidad, se
vuelve un ente sin sentido, ya que no se estudia para pensar y resolver
problemas del conjunto de los argentinos, sino que se estudia para el
desarrollo individual de cada uno; así, el carácter público pierde sentido. A
su vez, la universidad y el Estado deben articularse para desarrollar carreras
y cuadros en áreas estratégicas que hacen al desarrollo económico y social.
3) “HAY QUE
DEFENDER LA
AUTONOMÍA UNIVERSITARIA ”… Aquí nace la madre de todas las
zonceras: la defensa de la
Autonomía. Para estos activistas se trata de que la
universidad se cierre sobre sí misma, sobre sus mismas “camarillas” como les
gusta decir. Es el vanguardismo a su máxima potencia. Así, la autonomía se
enfrenta a la democracia de masas, y es por esta razón que es necesario
preguntarse: ¿cómo quieren construir una universidad al servicio del pueblo, si
quieren que se cierren las decisiones de la universidad al mínimo grupo que
accede a ellas?
De esta
forma, siguiendo los preceptos de calaña liberal, podemos ver en sus afiches
que la autonomía permite preservar a la universidad de los cambios del poder
político (???). Es decir, tienen que proteger a la universidad del Estado (???).
Esto podría ser válido en un contexto represivo; pero en un contexto de democracia,
¿de qué están hablando?
Quizá dentro
de un tiempo también los escuchemos afirmar que un estado que interviene en la
economía está vulnerando los derechos individuales y de libre empresa.
4) LA ACREDITACIÓN … Dicen
también que acreditar permite la privatización, el recorte del grado, y que los
planes de estudio los defina el FMI. En esta ensalada hay que aprender a
diferenciar: la acreditación es un proceso de normalización de contenidos
mínimos, por ende la acreditación no recorta la carrera sino que fija pisos
comunes para todas las universidades; hay una gran diferencia en decir esto que
afirmar el recorte, pero en la mente de nuestros “revolucionarios” la
conspiración acecha día a día a la revolución proletaria inminente. Otro
cuestión: la acreditación iguala títulos de las privadas con las públicas y los
profesorados; aquí no está en juego el prestigio personal del profesional del la UBA , no se trata de una
cuestión individual, sino de garantizar que si una profesión afecta al público
existan una serie de contenidos mínimos que se fijen. Por ejemplo, para ser
médico: todos los médicos deben saber hacer una operación quirúrgica sean de
una universidad privada o pública, por el simple hecho de que está en riesgo la
salud de quienes no son médicos. Hay que diferenciar esto del prestigio que se
autoproclaman ciertas instituciones.
Con respecto
a la intervención de corporaciones económicas, aquí hay que ser claros: el
único poder capaz de enfrentar al poder económico concentrado es el poder del
pueblo en su conjunto. Éste no depende de una ley que lo sancione sino de su
construcción. Por eso, como vemos en la actualidad con la supuesta vigencia de
la autonomía de la UBA
y a pesar de no estar bajo el paraguas de la LES gracias a un amparo, los intereses privados
se cuelan igual. Por ende, creemos que lo que hay que construir es un proyecto
educativo que en su vinculación con el pueblo pueda plantearse como alternativa
al poder corporativo y no detenerse en los tecnicismos legales, como si ellos
pudieran crear aquello que en la realidad no existe. Si la UBA no hace nada por el
pueblo, es probable que al pueblo no le interese lo que pase con la UBA.
Sin embargo,
nosotros creemos que actualmente el proceso de acreditación tiene defectos
tales como el hecho de que son las mismas autoridades universitarias las que
fijan los estándares y objetivos, por lo que sigue siendo la misma corporación
la que pone sus condiciones; es necesario que de este proceso participen
representantes del Estado que incorporen también las demandas del desarrollo
estratégico para las carreras de educación superior.
5) LA DEMOCRATIZACIÓN... Para
nosotros la democratización no depende de poner un estudiante más en los
órganos de cogobierno, sino que se trata de que el pueblo acceda a la
universidad y que participe de sus decisiones. Por ejemplo, por medio de los
consejos sociales, cosa que la LES
“menemista” permite, pero que hasta ahora su aplicación nadie reclama, ya que
las vanguardias científicas tienen que proteger el saber erudito de su posible
apropiación por parte del pueblo. O, por ejemplo, implementando un servicio
social o voluntariado o algún tipo de práctica que articule la universidad con
los problemas de la comunidad. Sin embargo, nuestros eternos defensores del
proletariado llamarían a eso trabajo precario. La universidad pública no es de
los estudiantes y de los profesores, la universidad es de todo el pueblo que la
financia.
Pareciera
ser que la “crisis” de la UBA
se trata más de una total ausencia de un sentido social, y no tanto de una
cuestión algebraica de composición de órganos de cogobierno. Recordemos la
historia, pensemos en la actualidad latinoamericana, y veremos cómo la
autonomía universitaria y los “representantes estudiantiles” han estado en contra
de Perón, están contra Chávez, están contra Cristina. Estos precedentes no
pueden más que alertar sobre que la defensa de intereses corporativos, en
nombre del pueblo en abstracto, no conducen a la construcción de la universidad
del pueblo, más allá de que se lo repita y se lo pinte infinitamente en todos
lados.
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