jueves, 19 de julio de 2012

Debate: Ley de Educación Superior


Las zonceras sobre el debate de la Ley de Educación Superior, hacia una nueva LES  

Por Julián Dércoli, estudiante de Historia, militante del Movimiento Universitario Evita (UBA)




La discusión en torno a la actual Ley de Educación Superior y sobre la acreditación de las carreras universitarias por medio de la CONEAU nos pone de cara a un sentido común instalado que es necesario cuestionar, ya que responde al objetivo conservador de autoperpetuación de los sectores corporativos de la universidad, que es reproducido por las agrupaciones estudiantiles autodenominadas revolucionarias. Por lo tanto, desentrañar ese discurso conservador es una tarea estratégica porque forma parte de las trabas actuales para la construcción de una educación superior democrática y en vinculación con las  necesidades de desarrollo social y económico de nuestro país.

Uno de los pilares fundamentales del discurso conservador consiste en establecer una polarización entre, por un lado, la cosificación de la LES en tanto engendro del neoliberalismo como el mal en sí mismo y, por otro, la ubicación en el pedestal de la autonomía, como el bien absoluto y la garantía de la calidad educativa. De esta forma, no sólo no cuestiona la universidad actual, sino que pretende que la universidad del siglo XXI se siga sosteniendo sobre los mismos principios y objetivos que las universidades medievales. Nosotros apostamos a discutir y transformar este sistema universitario de raíz; de la urgencia de esta tarea surgen las líneas que siguen.

Creemos necesaria una nueva Ley de Educación Superior, porque creemos que ésta podría ser la condensación de todo lo que se ha avanzado en política universitaria del 2003 a la fecha, como por ejemplo el aumento del financiamiento en educación superior (aproximadamente un 1% del PBI), y la apertura de 9 Universidades Nacionales que federalizan el acceso y se plantean una nueva vinculación entre la universidad y el territorio en el cual se circunscriben, a partir de otros diseños de los objetivos institucionales. Sin embargo, todos estos avances se llevaron adelante sin la necesidad de una nueva LES. Por ende, llegamos a la conclusión de que discutir el sistema de educación superior no se acaba en la confección y sanción de una Ley, sino que es necesario poner en cuestión el modelo actual, que lejos de ser heredero de la LES menemista, es más heredero de la Ley Avellaneda, de la Reforma Universitaria, de la contrarreforma llevada adelante por la Revolución Fusiladora y por la restauración alfonsinista. Esta historia fue forjando grupos de interés al interior del sistema universitario que no se desarman con la sanción de una nueva Ley, sino que para terminar con el actual modelo de universidad es necesario un verdadero movimiento que sea capaz de construir las relaciones de fuerza necesarias para que los intereses nacionales y democráticos sean los que orienten los objetivos de las instituciones de educación superior y de sus carreras.

Sin embargo, vemos cómo la gran mayoría de las agrupaciones estudiantiles reduce su política a pensar consignas: “NO a la CONEAU” o “Por una universidad al servicio del pueblo”. Las mismas no son más que la expresión de sus buenas intenciones o la revelación de un pesimismo frente a la vida misma; pero esencialmente son declamaciones abstractas en la medida en que, en primera instancia, no logran representar al conjunto de los estudiantes y, en segundo lugar, siguen convirtiendo la autonomía en un valor sacrosanto. Por lo tanto, en su pose “revolucionaria” no hacen más que reproducir constantemente el viejo y agotado modelo liberal de educación superior caracterizado por su concepción elitista, de vanguardia y alejado de las necesidades reales de un proyecto de país para todos. El modelo de universidad “autónoma” propuesta por los liberales de izquierda y derecha pretende problematizar los textos; nosotros queremos textualizar los problemas de la comunidad para lograr, por medio de la acción conjunta, resolverlos. Es ésta última la concepción que afirman y defienden muchas de las universidades creadas recientemente, siendo ésta la razón por la cual son atacadas constantemente por los claustros de las universidades “prestigiosas”, que las estigmatizan como universidades de segunda.

Humildemente, creemos que si la UBA, así como el conjunto de la universidades tradicionales, sigue proponiendo objetivos de formación ajenos a una concepción de vinculación entre la universidad y un proyecto de desarrollo nacional, esto se debe, por un lado, a los poderes conservadores hegemónicos, y por otro, a la ligereza con que se dan las discusiones por parte de quienes tienen la responsabilidad de conducir a las organizaciones estudiantiles; que en manos de las actuales conducciones han demostrado la falta total de un proyecto educativo que se anime a cuestionar el sustrato vanguardista y liberal de la universidad, mientras que se la defiende tal cual está oponiéndose a todo en base a consignas revolucionarias. Por eso es que nos proponemos aquí hacer el derrotero, por una serie de argumentos de sentido común incuestionables, las zonceras universitarias, como diría el viejo don Arturo Jauretche…

1) “HAY QUE DEROGAR LA LES”… y después ¿Qué hacemos? Allí empiezan los planteos negativos, a los cuales se nos responderá: “Nosotros queremos una universidad gratuita, de calidad, al servicio del pueblo”. En fin, como se dice, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, y lo que estos muchachos y muchachas no quieren revelarnos es que simplemente más allá de alguna consigna no tienen ningún tipo de proyecto educativo, y menos nacional. Pensemos, basta haber cursado alguna que otra materia para darse cuenta que las leyes no son todo; es decir, por más que se derogue la LES, no surgirá de ese acto otra universidad. Esto no es más que la demostración cabal de la influencia que las teorías liberales tienen en los marxistas argentinos. Pensemos el caso de la UBA: la misma no está actualmente regida por la LES menemista (por un amparo presentado en los 90 por el rectorado); sin embargo, todos los males que dicen que provoca la LES los está padeciendo esta universidad;  entonces ¿en qué quedamos? La causa de todos los males (según ellos la LES) no se aplica en la UBA, y sin embargo el efecto se produce. Por lo tanto, ya no tienen un problema político, sino un problema lógico sobre el cual se construye todo un discurso político falso.

2) “NO A LA CONEAU, NO A LAS ACREDITACIONES”... Dentro de esta afirmación, o mejor dicho negación, se da por sentado que todos y todas tenemos idea de lo que es la CONEAU; nada más desmovilizante. Primero, se afirma falsamente que este organismo le da preponderancia a los intereses privados, cuando dentro de todos sus miembros hay 1 sólo representante de las universidades privadas, mientras que el resto de los integrantes son 3 por diputados, 3 por senadores, 3 por las universidades públicas, 1 por el Ministerio de Educación y 1 por la Asamblea Nacional de Educación.

Pero no basta con aquella mentira inicial, sino que ante esta composición denuncian que por permitir la participación de representantes de la Cámara de Diputados, Senadores y del Ministerio, se viola la autonomía universitaria. Entonces pensemos que la tan mentada democratización planteada por el izquierdismo infantil excluye de las decisiones sobre la universidad a personas que no sean universitarias. ¿Acaso empobrece que participen miembros elegidos por el conjunto del pueblo, sean senadores o diputados, y nos caigan simpáticos o no? Por lo tanto, la tan mentada democratización es un nuevo corporativismo, y aquellas frases bonitas como “que la universidad se pinte de pueblo” no es más que la intención de que sean ellos, las agrupaciones estudiantiles que dicen representar al pueblo, los que tengan más injerencia.

Nuestra concepción es profundamente diferente: nosotros entendemos que de las decisiones y la planificación que hacen a la universidad deben participar también las organizaciones sociales y de trabajadores que estén en el territorio donde la universidad se inscribe; también miembros de los poderes electos de forma democrática por el conjunto del pueblo. La razón de esto es que estamos convencidos de que la universidad no se debe a sí misma, sino que se debe  a una comunidad que le da origen, sustento y fundamentalmente sentido. La universidad pública, si no está en profunda conexión con los problemas de la comunidad, se vuelve un ente sin sentido, ya que no se estudia para pensar y resolver problemas del conjunto de los argentinos, sino que se estudia para el desarrollo individual de cada uno; así, el carácter público pierde sentido. A su vez, la universidad y el Estado deben articularse para desarrollar carreras y cuadros en áreas estratégicas que hacen al desarrollo económico y social.

3) “HAY QUE DEFENDER LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA”… Aquí nace la madre de todas las zonceras: la defensa de la Autonomía. Para estos activistas se trata de que la universidad se cierre sobre sí misma, sobre sus mismas “camarillas” como les gusta decir. Es el vanguardismo a su máxima potencia. Así, la autonomía se enfrenta a la democracia de masas, y es por esta razón que es necesario preguntarse: ¿cómo quieren construir una universidad al servicio del pueblo, si quieren que se cierren las decisiones de la universidad al mínimo grupo que accede a ellas?

De esta forma, siguiendo los preceptos de calaña liberal, podemos ver en sus afiches que la autonomía permite preservar a la universidad de los cambios del poder político (???). Es decir, tienen que proteger a la universidad del Estado (???). Esto podría ser válido en un contexto represivo; pero en un contexto de democracia, ¿de qué están hablando?
Quizá dentro de un tiempo también los escuchemos afirmar que un estado que interviene en la economía está vulnerando los derechos individuales y de libre empresa.

4) LA ACREDITACIÓN… Dicen también que acreditar permite la privatización, el recorte del grado, y que los planes de estudio los defina el FMI. En esta ensalada hay que aprender a diferenciar: la acreditación es un proceso de normalización de contenidos mínimos, por ende la acreditación no recorta la carrera sino que fija pisos comunes para todas las universidades; hay una gran diferencia en decir esto que afirmar el recorte, pero en la mente de nuestros “revolucionarios” la conspiración acecha día a día a la revolución proletaria inminente. Otro cuestión: la acreditación iguala títulos de las privadas con las públicas y los profesorados; aquí no está en juego el prestigio personal del profesional del la UBA, no se trata de una cuestión individual, sino de garantizar que si una profesión afecta al público existan una serie de contenidos mínimos que se fijen. Por ejemplo, para ser médico: todos los médicos deben saber hacer una operación quirúrgica sean de una universidad privada o pública, por el simple hecho de que está en riesgo la salud de quienes no son médicos. Hay que diferenciar esto del prestigio que se autoproclaman ciertas instituciones.

Con respecto a la intervención de corporaciones económicas, aquí hay que ser claros: el único poder capaz de enfrentar al poder económico concentrado es el poder del pueblo en su conjunto. Éste no depende de una ley que lo sancione sino de su construcción. Por eso, como vemos en la actualidad con la supuesta vigencia de la autonomía de la UBA y a pesar de no estar bajo el paraguas de la LES gracias a un amparo, los intereses privados se cuelan igual. Por ende, creemos que lo que hay que construir es un proyecto educativo que en su vinculación con el pueblo pueda plantearse como alternativa al poder corporativo y no detenerse en los tecnicismos legales, como si ellos pudieran crear aquello que en la realidad no existe. Si la UBA no hace nada por el pueblo, es probable que al pueblo no le interese lo que pase con la UBA.

Sin embargo, nosotros creemos que actualmente el proceso de acreditación tiene defectos tales como el hecho de que son las mismas autoridades universitarias las que fijan los estándares y objetivos, por lo que sigue siendo la misma corporación la que pone sus condiciones; es necesario que de este proceso participen representantes del Estado que incorporen también las demandas del desarrollo estratégico para las carreras de educación superior.

5) LA DEMOCRATIZACIÓN... Para nosotros la democratización no depende de poner un estudiante más en los órganos de cogobierno, sino que se trata de que el pueblo acceda a la universidad y que participe de sus decisiones. Por ejemplo, por medio de los consejos sociales, cosa que la LES “menemista” permite, pero que hasta ahora su aplicación nadie reclama, ya que las vanguardias científicas tienen que proteger el saber erudito de su posible apropiación por parte del pueblo. O, por ejemplo, implementando un servicio social o voluntariado o algún tipo de práctica que articule la universidad con los problemas de la comunidad. Sin embargo, nuestros eternos defensores del proletariado llamarían a eso trabajo precario. La universidad pública no es de los estudiantes y de los profesores, la universidad es de todo el pueblo que la financia.

Pareciera ser que la “crisis” de la UBA se trata más de una total ausencia de un sentido social, y no tanto de una cuestión algebraica de composición de órganos de cogobierno. Recordemos la historia, pensemos en la actualidad latinoamericana, y veremos cómo la autonomía universitaria y los “representantes estudiantiles” han estado en contra de Perón, están contra Chávez, están contra Cristina. Estos precedentes no pueden más que alertar sobre que la defensa de intereses corporativos, en nombre del pueblo en abstracto, no conducen a la construcción de la universidad del pueblo, más allá de que se lo repita y se lo pinte infinitamente en todos lados. 

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