viernes, 20 de julio de 2012

Nuestra América es un aula


                      por Carla Wainsztok


Desde que el presidente Chávez asumió la presidencia allá por finales de los noventa en Venezuela, el continente latinoamericano se ha sacudido, se ha despertado y como diría José Martí, los pueblos necesitan conocerse. Los pueblos, decimos nosotros comienzan a reconocerse.
Conocer y reconocer son actividades pedagógicas-culturales. Para conocer y reconocernos es necesario recuperar los relatos de nuestros pueblos. Por ello una tarea imprescindible es la escritura de los manuales de las historias de Indoamérica, urge producir textos de las pedagogías latinoamericanas, necesitamos promover libros de filosofía, de sociología de Nuestra América. Invito al lector o lectora como tarea para el hogar que ingrese a una librería y pregunte por estas obras.
Debemos recordar que la colonización en nuestro continente es doble, expoliación económica y colonización cultural. Por ello las instituciones educativas y los libros que se leen en ellas son en su gran mayoría eurocéntricas. Se afirma que se enseña Filosofía y es filosofía europea, se dice que se aprenden Historia Universal y es historia europea.
No negamos para nada el pensamiento de otros tiempos y otros espacios, hacerlo nos volvería necios. Pero si  recordar que nuestro norte es el Sur, debemos aprender con Jauretche a pensar en nacional y en latinoamericano o como afirmaba el compañero Martí Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas
La tarea es romper las cadenas culturales o dicho de otro modo descolonizar nuestra formación.
Descolonizar la formación docente en todo el continente laborioso es imprescindible, para ello hay que hacer un arqueo cultural, revisar los mitos liberales pedagógicos y armar un Galería de Maestros/as Latinoamericanos.
Desde los inicios de la Independencia hubo grandes pedagogos que se merecieron estar en la Galería, pero hubo uno a quien no lo consideramos como se dice comúnmente objeto de estudio o tema de enseñanza, hubo uno a quien lo llevamos en nuestro corazón, uno a quien sencillamente amamos. Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. El decía en los niños pobres está la Patria que es otra manera de afirmar, más escuelas, más notebooks, más igualdad educativa.
No sería justo olvidarnos de Paulo Freire y de sus pedagogías de los oprimidos, ese concepto inclusor oprimido/a tan propio de Nuestra América Latina que demostraba que había otras categorías que nos dejaban afuera de la historia.
Para el patriota Salvador Allende precisábamos Escuelas Fronterizas y una Universidad Latinoamericana que integre, desarrolle y difunda el pensamiento creador de nuestro continente.
Decía el filósofo Spinoza, el amor es alegría, el odio es tristeza y la esperanza una alegría intermitente.
Una docencia latinoamericana implica alegría, esperanzas de compartir la construcción de la Patria Grande. Con todas y todas, no para formar ciudadanos/as sino para formar pueblos.
 La docencia es una apuesta, no hay obra terminada, no hay proyecto acabado, hay sueños, hay la construcción de una comunidad de pensamiento. Una comunidad nuestroamericana de pensamiento.
Nuestra América es un aula, estos son tiempos de ensayos. De ensayos como escritura y como práctica pedagógica política. Nuestra América cabe en un aula, en un aula bonita, profunda y llena de nombres propios.

2º Encuentro pedagógico Latinoamericano Brasil-2013

Nos vamos preparando para el 2º Encuentro pedagógico Latinoamericano!!!

El Comité Regional de la Internacional de la Educación para América Latina ha venido promoviendo junto con las organizaciones afiliadas, la necesidad de impulsar una reflexión y un debate encaminados a elaborar propuestas pedagógicas propias, que sean alternativas a la impuesta por gobiernos neoliberales. 
Se hace urgente plantear una pedagogía alternativa en defensa de la educación pública, debilitada y en proceso de comercialización, consecuente a la implementación de políticas neoliberales en América Latina. 
En el marco de la solidaridad sindical internacional, se pudo desarrollar un proceso subregional y continental de reflexiones en las que las organizaciones sindicales discutían su propia visión sobre política pública educativa y gestión democrática, presupuesto, formación docente, currículo incluyente, valoración del trabajo docente, evaluaciones no estandarizadas, etc. 


El Presidente del Comité Regional de la Internacional de la Educación para América Latina, Hugo Yasky, abrió el Primer Encuentro "Hacia un Movimiento Pedagógico Latinoamericano" realizado en Bogotá, Colombia-2011. 
Les dejamos el link para que vean el vídeo!


http://www.ei-ie-al.org/index.php?option=com_content&view=article&id=538:hugo-yasky-hacia-un-movimiento-pedagogico-latinoamericano&catid=100:movimiento-pedagogico&Itemid=58

jueves, 19 de julio de 2012

Adriana Puiggrós llama a votar al FUP


En noviembre del 2010 nos presentamos por primera vez en las elecciones de Junta departamental de la carrera, en la cual obtuvimos la minoría estudiantil (un representante). Desde ese año venimos trabajando junto a muchos compañeros de la facultad en el Frente universitaria popular.
Adriana Puiggróss, actual diputada por la provincia de Bs As que viene trabajando con “pública y popular”, publicó la siguiente declaración en apoyo al FUP.

En esta semana, en la Universidad de Buenos Aires se están desarrollando las elecciones estudiantiles por los órganos gremiales de dicho claustro y por su representación en los órganos de gobierno de las Facultades.

La Facultad de Filosofía y Letras, de la que fui decana en la decana en los `70 y que me acogió en mi vuelta del exilio mexicano, no es la excepción.

Transformar la Universidad y ponerla al servicio de los intereses nacionales y populares es un proceso multidimensional que implica reformas legislativas, cambios en la normativa, en los curriculos, y en las prácticas cotidianas.

En los últimos años hemos asistido a la apertura de una nueva etapa política, donde la participación juvenil ha aumentado enormemente en cantidad y calidad en los diferentes ámbitos: en los barrios, en los sindicatos, en los secundarios, y también en la Universidad.

Las fuerzas juveniles kirchneristas en Filosofía y Letras han priorizado este año la unidad entre las diferentes organizaciones que componen el amplio campo nacional y Popular. Han planteado nuevas prácticas de vinculación con el proceso social y político que transcurre tras sus muros, y se encuentran dando la batalla para dotar a la Universidad de un sentido de compromiso, como intelectuales en formación que son, al servicio de la realidad que nuestro Pueblo les demanda.

Los que desde nuestra juventud venimos trabajando para transformar la vida de los argentinos tenemos hoy el deber de ser un puente con las nuevas generaciones. Con esta convicción, como Presidenta de la Comisión de Educación de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación presenté, entre otros, dos proyectos de Ley que considero esenciales para transformar la educación superior y universitaria de nuestro país: la Ley de Educación Superior y la Ley de Boleto Estudiantil, ambas impulsadas y promovidas por los jóvenes comprometidos con la transformación.

Por todo esto, apoyo consecuente y coherentemente, tanto en Consejo Directivo como en Centro de Estudiantes, a votar al FRENTE UNIVERSITARIO POPULAR (LISTA 7).

Adriana Victoria Puiggrós
Dra. En Ciencias de la Educación
Decana de la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (1973)
Fundadora y Directora de APPEAL

Debate: Ley de Educación Superior


Las zonceras sobre el debate de la Ley de Educación Superior, hacia una nueva LES  

Por Julián Dércoli, estudiante de Historia, militante del Movimiento Universitario Evita (UBA)




La discusión en torno a la actual Ley de Educación Superior y sobre la acreditación de las carreras universitarias por medio de la CONEAU nos pone de cara a un sentido común instalado que es necesario cuestionar, ya que responde al objetivo conservador de autoperpetuación de los sectores corporativos de la universidad, que es reproducido por las agrupaciones estudiantiles autodenominadas revolucionarias. Por lo tanto, desentrañar ese discurso conservador es una tarea estratégica porque forma parte de las trabas actuales para la construcción de una educación superior democrática y en vinculación con las  necesidades de desarrollo social y económico de nuestro país.

Uno de los pilares fundamentales del discurso conservador consiste en establecer una polarización entre, por un lado, la cosificación de la LES en tanto engendro del neoliberalismo como el mal en sí mismo y, por otro, la ubicación en el pedestal de la autonomía, como el bien absoluto y la garantía de la calidad educativa. De esta forma, no sólo no cuestiona la universidad actual, sino que pretende que la universidad del siglo XXI se siga sosteniendo sobre los mismos principios y objetivos que las universidades medievales. Nosotros apostamos a discutir y transformar este sistema universitario de raíz; de la urgencia de esta tarea surgen las líneas que siguen.

Creemos necesaria una nueva Ley de Educación Superior, porque creemos que ésta podría ser la condensación de todo lo que se ha avanzado en política universitaria del 2003 a la fecha, como por ejemplo el aumento del financiamiento en educación superior (aproximadamente un 1% del PBI), y la apertura de 9 Universidades Nacionales que federalizan el acceso y se plantean una nueva vinculación entre la universidad y el territorio en el cual se circunscriben, a partir de otros diseños de los objetivos institucionales. Sin embargo, todos estos avances se llevaron adelante sin la necesidad de una nueva LES. Por ende, llegamos a la conclusión de que discutir el sistema de educación superior no se acaba en la confección y sanción de una Ley, sino que es necesario poner en cuestión el modelo actual, que lejos de ser heredero de la LES menemista, es más heredero de la Ley Avellaneda, de la Reforma Universitaria, de la contrarreforma llevada adelante por la Revolución Fusiladora y por la restauración alfonsinista. Esta historia fue forjando grupos de interés al interior del sistema universitario que no se desarman con la sanción de una nueva Ley, sino que para terminar con el actual modelo de universidad es necesario un verdadero movimiento que sea capaz de construir las relaciones de fuerza necesarias para que los intereses nacionales y democráticos sean los que orienten los objetivos de las instituciones de educación superior y de sus carreras.

Sin embargo, vemos cómo la gran mayoría de las agrupaciones estudiantiles reduce su política a pensar consignas: “NO a la CONEAU” o “Por una universidad al servicio del pueblo”. Las mismas no son más que la expresión de sus buenas intenciones o la revelación de un pesimismo frente a la vida misma; pero esencialmente son declamaciones abstractas en la medida en que, en primera instancia, no logran representar al conjunto de los estudiantes y, en segundo lugar, siguen convirtiendo la autonomía en un valor sacrosanto. Por lo tanto, en su pose “revolucionaria” no hacen más que reproducir constantemente el viejo y agotado modelo liberal de educación superior caracterizado por su concepción elitista, de vanguardia y alejado de las necesidades reales de un proyecto de país para todos. El modelo de universidad “autónoma” propuesta por los liberales de izquierda y derecha pretende problematizar los textos; nosotros queremos textualizar los problemas de la comunidad para lograr, por medio de la acción conjunta, resolverlos. Es ésta última la concepción que afirman y defienden muchas de las universidades creadas recientemente, siendo ésta la razón por la cual son atacadas constantemente por los claustros de las universidades “prestigiosas”, que las estigmatizan como universidades de segunda.

Humildemente, creemos que si la UBA, así como el conjunto de la universidades tradicionales, sigue proponiendo objetivos de formación ajenos a una concepción de vinculación entre la universidad y un proyecto de desarrollo nacional, esto se debe, por un lado, a los poderes conservadores hegemónicos, y por otro, a la ligereza con que se dan las discusiones por parte de quienes tienen la responsabilidad de conducir a las organizaciones estudiantiles; que en manos de las actuales conducciones han demostrado la falta total de un proyecto educativo que se anime a cuestionar el sustrato vanguardista y liberal de la universidad, mientras que se la defiende tal cual está oponiéndose a todo en base a consignas revolucionarias. Por eso es que nos proponemos aquí hacer el derrotero, por una serie de argumentos de sentido común incuestionables, las zonceras universitarias, como diría el viejo don Arturo Jauretche…

1) “HAY QUE DEROGAR LA LES”… y después ¿Qué hacemos? Allí empiezan los planteos negativos, a los cuales se nos responderá: “Nosotros queremos una universidad gratuita, de calidad, al servicio del pueblo”. En fin, como se dice, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, y lo que estos muchachos y muchachas no quieren revelarnos es que simplemente más allá de alguna consigna no tienen ningún tipo de proyecto educativo, y menos nacional. Pensemos, basta haber cursado alguna que otra materia para darse cuenta que las leyes no son todo; es decir, por más que se derogue la LES, no surgirá de ese acto otra universidad. Esto no es más que la demostración cabal de la influencia que las teorías liberales tienen en los marxistas argentinos. Pensemos el caso de la UBA: la misma no está actualmente regida por la LES menemista (por un amparo presentado en los 90 por el rectorado); sin embargo, todos los males que dicen que provoca la LES los está padeciendo esta universidad;  entonces ¿en qué quedamos? La causa de todos los males (según ellos la LES) no se aplica en la UBA, y sin embargo el efecto se produce. Por lo tanto, ya no tienen un problema político, sino un problema lógico sobre el cual se construye todo un discurso político falso.

2) “NO A LA CONEAU, NO A LAS ACREDITACIONES”... Dentro de esta afirmación, o mejor dicho negación, se da por sentado que todos y todas tenemos idea de lo que es la CONEAU; nada más desmovilizante. Primero, se afirma falsamente que este organismo le da preponderancia a los intereses privados, cuando dentro de todos sus miembros hay 1 sólo representante de las universidades privadas, mientras que el resto de los integrantes son 3 por diputados, 3 por senadores, 3 por las universidades públicas, 1 por el Ministerio de Educación y 1 por la Asamblea Nacional de Educación.

Pero no basta con aquella mentira inicial, sino que ante esta composición denuncian que por permitir la participación de representantes de la Cámara de Diputados, Senadores y del Ministerio, se viola la autonomía universitaria. Entonces pensemos que la tan mentada democratización planteada por el izquierdismo infantil excluye de las decisiones sobre la universidad a personas que no sean universitarias. ¿Acaso empobrece que participen miembros elegidos por el conjunto del pueblo, sean senadores o diputados, y nos caigan simpáticos o no? Por lo tanto, la tan mentada democratización es un nuevo corporativismo, y aquellas frases bonitas como “que la universidad se pinte de pueblo” no es más que la intención de que sean ellos, las agrupaciones estudiantiles que dicen representar al pueblo, los que tengan más injerencia.

Nuestra concepción es profundamente diferente: nosotros entendemos que de las decisiones y la planificación que hacen a la universidad deben participar también las organizaciones sociales y de trabajadores que estén en el territorio donde la universidad se inscribe; también miembros de los poderes electos de forma democrática por el conjunto del pueblo. La razón de esto es que estamos convencidos de que la universidad no se debe a sí misma, sino que se debe  a una comunidad que le da origen, sustento y fundamentalmente sentido. La universidad pública, si no está en profunda conexión con los problemas de la comunidad, se vuelve un ente sin sentido, ya que no se estudia para pensar y resolver problemas del conjunto de los argentinos, sino que se estudia para el desarrollo individual de cada uno; así, el carácter público pierde sentido. A su vez, la universidad y el Estado deben articularse para desarrollar carreras y cuadros en áreas estratégicas que hacen al desarrollo económico y social.

3) “HAY QUE DEFENDER LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA”… Aquí nace la madre de todas las zonceras: la defensa de la Autonomía. Para estos activistas se trata de que la universidad se cierre sobre sí misma, sobre sus mismas “camarillas” como les gusta decir. Es el vanguardismo a su máxima potencia. Así, la autonomía se enfrenta a la democracia de masas, y es por esta razón que es necesario preguntarse: ¿cómo quieren construir una universidad al servicio del pueblo, si quieren que se cierren las decisiones de la universidad al mínimo grupo que accede a ellas?

De esta forma, siguiendo los preceptos de calaña liberal, podemos ver en sus afiches que la autonomía permite preservar a la universidad de los cambios del poder político (???). Es decir, tienen que proteger a la universidad del Estado (???). Esto podría ser válido en un contexto represivo; pero en un contexto de democracia, ¿de qué están hablando?
Quizá dentro de un tiempo también los escuchemos afirmar que un estado que interviene en la economía está vulnerando los derechos individuales y de libre empresa.

4) LA ACREDITACIÓN… Dicen también que acreditar permite la privatización, el recorte del grado, y que los planes de estudio los defina el FMI. En esta ensalada hay que aprender a diferenciar: la acreditación es un proceso de normalización de contenidos mínimos, por ende la acreditación no recorta la carrera sino que fija pisos comunes para todas las universidades; hay una gran diferencia en decir esto que afirmar el recorte, pero en la mente de nuestros “revolucionarios” la conspiración acecha día a día a la revolución proletaria inminente. Otro cuestión: la acreditación iguala títulos de las privadas con las públicas y los profesorados; aquí no está en juego el prestigio personal del profesional del la UBA, no se trata de una cuestión individual, sino de garantizar que si una profesión afecta al público existan una serie de contenidos mínimos que se fijen. Por ejemplo, para ser médico: todos los médicos deben saber hacer una operación quirúrgica sean de una universidad privada o pública, por el simple hecho de que está en riesgo la salud de quienes no son médicos. Hay que diferenciar esto del prestigio que se autoproclaman ciertas instituciones.

Con respecto a la intervención de corporaciones económicas, aquí hay que ser claros: el único poder capaz de enfrentar al poder económico concentrado es el poder del pueblo en su conjunto. Éste no depende de una ley que lo sancione sino de su construcción. Por eso, como vemos en la actualidad con la supuesta vigencia de la autonomía de la UBA y a pesar de no estar bajo el paraguas de la LES gracias a un amparo, los intereses privados se cuelan igual. Por ende, creemos que lo que hay que construir es un proyecto educativo que en su vinculación con el pueblo pueda plantearse como alternativa al poder corporativo y no detenerse en los tecnicismos legales, como si ellos pudieran crear aquello que en la realidad no existe. Si la UBA no hace nada por el pueblo, es probable que al pueblo no le interese lo que pase con la UBA.

Sin embargo, nosotros creemos que actualmente el proceso de acreditación tiene defectos tales como el hecho de que son las mismas autoridades universitarias las que fijan los estándares y objetivos, por lo que sigue siendo la misma corporación la que pone sus condiciones; es necesario que de este proceso participen representantes del Estado que incorporen también las demandas del desarrollo estratégico para las carreras de educación superior.

5) LA DEMOCRATIZACIÓN... Para nosotros la democratización no depende de poner un estudiante más en los órganos de cogobierno, sino que se trata de que el pueblo acceda a la universidad y que participe de sus decisiones. Por ejemplo, por medio de los consejos sociales, cosa que la LES “menemista” permite, pero que hasta ahora su aplicación nadie reclama, ya que las vanguardias científicas tienen que proteger el saber erudito de su posible apropiación por parte del pueblo. O, por ejemplo, implementando un servicio social o voluntariado o algún tipo de práctica que articule la universidad con los problemas de la comunidad. Sin embargo, nuestros eternos defensores del proletariado llamarían a eso trabajo precario. La universidad pública no es de los estudiantes y de los profesores, la universidad es de todo el pueblo que la financia.

Pareciera ser que la “crisis” de la UBA se trata más de una total ausencia de un sentido social, y no tanto de una cuestión algebraica de composición de órganos de cogobierno. Recordemos la historia, pensemos en la actualidad latinoamericana, y veremos cómo la autonomía universitaria y los “representantes estudiantiles” han estado en contra de Perón, están contra Chávez, están contra Cristina. Estos precedentes no pueden más que alertar sobre que la defensa de intereses corporativos, en nombre del pueblo en abstracto, no conducen a la construcción de la universidad del pueblo, más allá de que se lo repita y se lo pinte infinitamente en todos lados. 

PLAN DE ESTUDIO: DIMENSIÓN POLÍTICA


PLANES DE ESTUDIO: SU DIMENSIÓN POLÍTICA

Por Florencia Faierman y Magalí Peusner
(Pública y popular, minoría estudiantil de Ciencias de la Educación, FFyL, UBA)


En la actualidad, muchas de las carreras de nuestra facultad, de la UBA y de otras Universidades Nacionales se encuentran en el arduo y entreverado proceso de reforma o construcción de sus planes de estudio.

En primer lugar, es importante visibilizar que esto no es una cuestión casual, ni se debe a que algún artículo perdido de un estatuto universitario indica que así deba ser. Haciendo una mirada veloz por la historia del último siglo de nuestro país, es evidente que este tipo de procesos a escala masiva se han dado sobre todo en los momentos de quiebres políticos paradigmáticos: el triunfo del liberalismo sobre el conservadurismo clerical y oligarca en las primeras décadas del siglo XX; la llegada de un gobierno popular y la exaltación de los valores de la clase trabajadora en el ´45; el período oscuro de ausencia total de libertad de pensamiento e ideas del ´76 al ´83; la primavera democrática de los ´80; y el neoliberalismo de los ´90. En cada uno de estos momentos, el proceso fue más o menos democrático, más o menos profundo y abarcativo, con mayores o menores (o nulos) niveles de participación de los actores involucrados; pero en todos los casos se repensó la formación superior universitaria en función de la direccionalidad política hegemónica.

Esto evidencia dos cuestiones: por un lado, todo proyecto político propone un proyecto pedagógico de acuerdo a sus propias necesidades, a la vez que todo proyecto pedagógico se enmarca en un determinado proyecto político que lo direcciona y le da sustento. Por otro lado, y como consecuencia de lo anterior, resulta indispensable que al momento de pensar un cambio de contenidos, de enfoque, de sujetos pedagógicos, establezcamos primero desde qué proyecto político, para qué modelo de país lo estamos haciendo; no hacerlo explícito no significa que el proyecto pedagógico no tenga direccionalidad, sino que ella no fue reflexionada o responde a naturalizaciones del imaginario social, y por lo tanto probablemente las reproduzca acríticamente.

Para poder empezar a pensar en definir una direccionalidad política para una propuesta pedagógica, es necesario en primer lugar tomar posición sobre cuál es la contradicción principal que estructura las relaciones de poder en nuestro país y nuestra región.

Desde una perspectiva “internacionalista”, esta contradicción sería la de capital-proletariado. Pero, profundizando un poco el análisis, este par antagónico sólo es materializado en la Europa de los siglos XVIII y XIX, en el marco del despegue industrializador de esa región, cuando el excedente del sector dominante es principalmente extraído del plusvalor producido por el obrero.

Sin embargo, si bien dicha contradicción está presente a nivel teórico en todo lo que refiera al sistema capitalista, no basta para explicar otras formas de dominación que definen mucho mejor la condición de dependencia estructural que atraviesa toda nuestra historia, desde la escena fundante de la llegada de Europa a América. El capitalismo es planetario, y por lo tanto las relaciones de poder son primero planetarias antes que clasistas.

Por lo tanto, y siguiendo a los pensadores locales que han logrado categorías de análisis propias, resulta mucho más pertinente y representativa para nuestra realidad la dicotomía centro-periferia como contradicción principal.

De esta manera, la educación superior podría hacer aportes que realmente respondan a la especificidad y demandas de nuestro pueblo “de carne y hueso”, con categorías producidas en el contexto de dicha especificidad. Las categorías de origen marxista son tan “receta importada” como las liberales, ya que ambas fueron producidas en un marco que nada tiene que ver con nuestra historia e identidad.

Con esta premisa, el concepto jauretchiano de “colonización pedagógica” cobra un valor agregado. La dependencia estructural que define nuestra historia no es sólo económica sino también política y cultural, y tiene su base, como explica Adriana Puigross, en el vínculo pedagógico originado en el siglo XV. Pensamos con una cabeza prestada, podríamos decir. Por lo tanto, el objetivo principal de la educación superior en Argentina (y también en América Latina) debería ser la “Descolonización Pedagógica”, es decir, el cambio profundo del vínculo pedagógico que viene operando en América Latina desde la que es considerada su escena fundante, el Requerimiento, que plantea un vínculo pedagógico bancario, en el cual se niega la cultura popular preexistente y se responde a fines colonialistas que no tienen nada que ver, e incluso van en contra, de los intereses propios, negando al otro y a su subjetividad. ¿Y qué quiere decir esto para nuestra formación? Colaborar con la construcción popular de categorías que nos permitan pensarnos y pensar el mundo, escribirnos y escribir el mundo, desde la voz del pueblo, desde la voz de “los vencidos” de esta parte del planeta.

Un plan de estudios universitario puede reproducir y fortalecer la colonización pedagógica, o puede proponerse descolonizar el pensamiento, estableciéndose objetivos concretos con significado popular, como la producción de aportes socialmente valiosos; la participación de los estudiantes en proyectos político-sociales-culturales de su contexto; la formación de sujetos con sentido crítico, reflexivo y analítico de la realidad que los rodea; la construcción de categorías de análisis que respondan a las especificidades locales, etc.

El actual gobierno ha llevado adelante múltiples e importantísimos avances en materia educativa, tales como la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Educación Nacional, la Ley de Educación Técnico-Profesional, Plan Conectar-Igualdad, Plan FINES, Programa Encuentro de Alfabetización, Ley de Educación Sexual Integral, entre otros. En materia de educación superior, nueve universidades nuevas (en zonas en las q sus habitantes antes no podían ni pensar en estudiar una carrera porque no tenían cómo llegar, geográfica y simbólicamente hablando), la ampliación de facultades ya existentes, la ratificación de la Ley de Gratuidad de la universidad nacional (sancionada en el primer gobierno peronista), entre otras cosas, son la muestra indiscutida de la voluntad política de este gobierno de ampliar el acceso a “la academia” de cada vez más personas, entendiendo la educación como un derecho y no como una mercancía a la que sólo acceden los que tienen las condiciones materiales y simbólicas para hacerlo.

Sin embargo, queda pendiente la profundización de la transformación más de tipo cualitativa, que recupere los altos niveles de inclusión obtenidos para transformar ahora la calidad y carácter de esta educación. Se trata de profundizar y materializar la direccionalidad política del proyecto pedagógico de la presente etapa histórica.

Los actuales planes de estudio han sido presa del ideario neoliberal y sus marcas están en cada párrafo. Sobran ejemplos; los objetivos actuales del plan de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA resultan muy ilustrativos:

1.- Lograr un adecuado equilibrio entre una formación general y una formación que avance progresivamente hacia la especialización y asegure el tratamiento teórico-técnico focalizado de diferentes campos de investigación y práctica profesional.
2.- Incluir la investigación como dimensión continua de la formación.
3.- Procurar la complementación entre la rigurosa formación teórica y el directo y amplio conocimiento de la realidad concreta, apoyado en la capacidad de reflexión y sistemático conocimiento de los datos.
4.- Evitar la especialización precoz que limita y estrecha el horizonte del conocimiento y dificulta la reorientación y reconversión profesionales.
5.- Proveer una formación que permita inscribir esta etapa de la educación universitaria en un proceso permanente de actualización, reciclaje o reconversión orientado hacia el cumplimiento de nuevas funciones y roles en las diversas esferas del quehacer de la especialidad.

Habla de especialización, de teoría y técnica, de investigación, de práctica profesional; incluso esboza tímidamente algo sobre conocer la realidad concreta… Pero no hay presente ni una letra sobre la acción sobre esa realidad, sobre el compromiso y la responsabilidad del estudiante y del licenciado, sobre la función social de la educación superior como herramienta de transformación al servicio de un pueblo y de una Nación. Y, como ha dicho Juan Perón, “Tanto la cultura como la ciencia son elementos al servicio del pueblo y esgrimidos por las manos del pueblo; queremos una cultura popular;(...) porque entonces tendremos un pueblo culto y tendremos una ciencia argentina al servicio del pueblo argentino, que es lo único que justifica la cultura y justifica la ciencia."

El proceso político que estamos viviendo nos develó a muchos, más o menos concientemente, a algunos desde el análisis político racional y a otros desde la percepción o sensación, la imperiosa necesidad de revisar las bases de nuestra formación. En un contexto de inclusión social y ampliación de derechos para todo el pueblo, la universidad no podía quedarse afuera. Es el momento de hacer realidad efectiva consignas como “Universidad de los trabajadores”.

Ésta es la transformación cualitativa. Para esto, no alcanza con promulgar leyes. El intelectual tiene una responsabilidad con el pueblo, del cual forma parte, y debe tener la capacidad de conmoverse frente a la injusticia que sufre su pueblo y sentirla como propia; poder entender desde dónde comprende el mundo el pueblo. Si no, su intervención no tendrá efectos reales, o tendrá efectos perjudiciales para el pueblo; y, por lo tanto, también para el propio intelectual. Como dijimos al principio de este artículo, es indispensable que nos hagamos cargo de esta tarea asumiendo una posición política; si no lo hacemos, corremos el peligro de reproducir, incluso sin intención, lógicas que atentan contra la democratización del conocimiento y del acceso a la formación e información.

En este sentido, al reformar los planes de estudio, es indispensable pensarnos como sujetos con potencialidad política, formando parte del pueblo, inmersos en determinado contexto histórico con sus problemáticas. El profesional debe poder encontrar caminos para intervenir en la realidad concreta en la que vive; las carreras deberían brindarnos herramientas con este fin, para describir y solucionar las problemáticas de nuestro pueblo, no “bajando al terreno”, sino siendo parte de la realidad. El trabajo con autores y paradigmas nacionales y latinoamericanos, y el conocimiento práctico (o, mejor dicho, desde la praxis), se hace indispensable para andar este camino. Retomando lo dicho más arriba, cada proyecto pedagógico está inserto en determinado proyecto político que lo direcciona y, a su vez, cada proyecto político propone un determinado modelo pedagógico que lo sustenta. Queda justificado, por los avances que se vienen llevando adelante, sobretodo en materia educativa, que el proyecto de país está demandando un nuevo profesional que debe tener el rol de transformar la realidad a favor de los sectores populares recuperando lo mejor de nuestra historia. Esto no significa desmerecer los conocimientos acumulados de la humanidad, pero sí empezar a valorar lo propio y a construir desde la praxis concreta, partiendo de la realidad para generar teoría y no inventando la realidad con teorías importadas.



[i] Basado en Faierman, Florencia y Peusner, Magalí (2011) “La educación popular como política de Estado: la responsabilidad del Licenciado en Ciencias de la Educación”, presentado en las IV Jornadas Nacionales de la Asociación de Graduados en Ciencias de la Educación.