por Carla Wainsztok
Desde que el presidente Chávez
asumió la presidencia allá por finales de los noventa en Venezuela, el
continente latinoamericano se ha sacudido, se ha despertado y como diría José
Martí, los pueblos necesitan conocerse. Los pueblos, decimos nosotros comienzan
a reconocerse.
Conocer y reconocer son
actividades pedagógicas-culturales. Para conocer y reconocernos es necesario recuperar
los relatos de nuestros pueblos. Por ello una tarea imprescindible es la escritura
de los manuales de las historias de Indoamérica, urge producir textos de las
pedagogías latinoamericanas, necesitamos promover libros de filosofía, de
sociología de Nuestra América. Invito al lector o lectora como tarea para el
hogar que ingrese a una librería y pregunte por estas obras.
Debemos recordar que la
colonización en nuestro continente es doble, expoliación económica y
colonización cultural. Por ello las instituciones educativas y los libros que
se leen en ellas son en su gran mayoría eurocéntricas. Se afirma que se enseña
Filosofía y es filosofía europea, se dice que se aprenden Historia Universal y
es historia europea.
No negamos para nada el
pensamiento de otros tiempos y otros espacios, hacerlo nos volvería necios.
Pero si recordar que nuestro norte es el
Sur, debemos aprender con Jauretche a pensar en nacional y en latinoamericano o
como afirmaba el compañero Martí Injértese
en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras
repúblicas
La tarea es romper las cadenas
culturales o dicho de otro modo descolonizar nuestra formación.
Descolonizar la formación
docente en todo el continente laborioso es imprescindible, para ello hay que
hacer un arqueo cultural, revisar los mitos liberales pedagógicos y armar un
Galería de Maestros/as Latinoamericanos.
Desde los inicios de la Independencia hubo
grandes pedagogos que se merecieron estar en la Galería , pero hubo uno a
quien no lo consideramos como se dice comúnmente objeto de estudio o tema de
enseñanza, hubo uno a quien lo llevamos en nuestro corazón, uno a quien
sencillamente amamos. Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. El decía en los
niños pobres está la Patria
que es otra manera de afirmar, más escuelas, más notebooks, más igualdad
educativa.
No sería justo olvidarnos de
Paulo Freire y de sus pedagogías de los oprimidos, ese concepto inclusor
oprimido/a tan propio de Nuestra América Latina que demostraba que había otras
categorías que nos dejaban afuera de la historia.
Para el patriota Salvador
Allende precisábamos Escuelas Fronterizas y una Universidad Latinoamericana que
integre, desarrolle y difunda el pensamiento creador de nuestro continente.
Decía el filósofo Spinoza, el
amor es alegría, el odio es tristeza y la esperanza una alegría intermitente.
Una docencia latinoamericana
implica alegría, esperanzas de compartir la construcción de la Patria Grande. Con todas y
todas, no para formar ciudadanos/as sino para formar pueblos.
La docencia es una apuesta, no hay obra
terminada, no hay proyecto acabado, hay sueños, hay la construcción de una
comunidad de pensamiento. Una comunidad nuestroamericana de pensamiento.
Nuestra América es un aula, estos son tiempos
de ensayos. De ensayos como escritura y como práctica pedagógica política.
Nuestra América cabe en un aula, en un aula bonita, profunda y llena de nombres
propios.
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